El número dos del mundo fue más agreviso con su derecha, especialmente en la segunda manga, y dominó los puntos desde el fondo. Lució concentración Nadal, quien ya en el primer juego -después de ocho minutos de intenso peloteo- rompió el servicio de Mathieu.
Daba la impresión de que Nadal se dosificaba, que jugaba a no cansarse, pensando en tardes más divertidas. Y es que Mathieu no era un rival demasiado temible para él. El francés no le había superado en ninguno de sus siete enfrentamientos anteriores.
Sin excesivo brillo, el español fue sumando juegos hasta disponer de tres pelotas de 'break' en el séptimo juego y aprovechar una de ellas. Con 5-2 a su favor, Nadal sirvió para apuntarse la manga, pero cedió su saque. Acusó los errores no forzados, pero en su siguiente servicio sí apuntaló el set por 6-5 en 50 minutos de juego.
Mathieu salió conectado en la segunda manga. Tanto que fue por delante de Rafa hasta el 3-3. Sin demasiada brillantez, es cierto, pero con ganas de romper la estadística y la pelota.
Eso sí, lo único que volvió a quebrarse fue su servicio. Nadal se puso 4-3 con los mejores puntos del partido, y con sus derechas ganadoras, que deberían pasar a llamarse 'zurdas', sólo por la fuerza con la que golpea el mallorquín.
A partir de ese momento, el partido dejó de tener historia. Rafa terminó rápidamente con el francés para concentrarse en un señor al que le tiene mucho respeto: James Blake.
El estadounidense lo espera en cuartos de final. La última ocasión en la que se enfrentaron, en Indian Wells, Nadal se añadió una muesca a su raqueta, pero no está de más recordar que la de su rival, con sus golpes enérgicos, le ha pasado tres veces por encima.
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