22 may 2008

El resbalón más inoportuno del mundo


El Manchester United logró su tercera Copa de Europa, reconquistó la corona continental de nuevo ayudado por la fortuna, la misma que fue decisiva en los dos anteriores. En el momento decisivo, cuando todo parecía perdido, un inoportuno resbalón del capitán del Chelsea, John Terry, volvió a rehabilitar al Manchester, como el "milagro" del Camp Nou, nueve años antes, o como lo hiciese una atajada de Alex Stepney, en los instantes finales de la final de 1968.

El Manchester, que lleva inscrito en su código genético la tragedia de Múnich, cuando falleció en un accidente aéreo gran parte de la que iba a ser la mejor generación de su historia, parece contar desde entonces con la ayuda de la fortuna en las tres ocasiones en las que ha llegado a la final.

En 1968, cuando tan sólo habían transcurrido diez años desde la tragedia, los supervivientes y una nueva generación de jóvenes dispuestos a honrar la memoria de los otros, alcanzó la final en Wembley ante el Benfica de Eusebio.

En Londres, con todo a favor, los "diablos rojos" se adelantaron con un tanto de Bobby Charlton (m.54), pero el Benfica igualó en el minuto 78, por medio de Jaime Graca.

En los minutos finales, con el Manchester de Matts Busby acusando el golpe del empate, el Benfica tuvo la final en sus manos, con un disparo de Eusebio "la pantera negra", que forzó a hacer una gran intervención a Stepney, quien abrió el camino de la prórroga.

En ésta, los "diablos rojos" recuperaron el ánimo y pasaron por encima del Benfica, con un tanto de George Best, otro de Bobby Charlton y un cuarto de Brian Kidd, que festejó de esta forma su decimoctavo cumpleaños.

Más milagrosa aún fue la conquista de su segunda Copa de Europa, en 1999, en el Camp Nou. Entonces, no es sólo que el Bayern se adelantase con un tanto de Mario Basler, en el minuto 6, sino que fue mejor y pudo sentenciar la final con un disparo de Mehmet Scholl que rechazó el poste, en el minuto 79.

Con todo perdido, con el meta danés Peter Schmeichel en el área alemana para rematar el último y desesperado saque de esquina lanzado por David Beckham, el balón mal tocado por Giggs fue rematado a las mallas por Teddy Sheringham, que había entrado en el campo en el tramo final.

Casi acto seguido, con el Bayern hundido, un nuevo saque de esquina, otra vez lanzado por Beckham y tocado por Sheringham, lo terminó por introducir en la meta de Oliver Kahn el noruego Ole Gunnar Solsjkaer, que de suplente pasó a héroe.

Fue un "milagro en el Camp Nou" como tituló Alex Ferguson el primer capítulo de su biografía, una jugada a favor del destino que ha vuelto a repetirse nueve años después.

Porque en el estadio Luzhnikí, después de haber dominado en el primer tiempo, el Manchester perdió su sitio en el campo tras el descanso, superado por un Chelsea que remató en dos ocasiones al poste, por medio de Didier Drogba y de Frank Lampard, y que alcanzó la tanda de penales pese a sufrir la expulsión del delantero marfileño.

Desde el punto de penal, el error de Cristiano Ronaldo, cuyo lanzamiento adivinó Peter Cech, pareció dejar al Manchester sin su tercera Copa de Europa.

En esta ocasión, no se mantendría el pleno del Manchester en las finales, porque el penal decisivo del Chelsea lo debía tirar John Terry, el gran capitán que encarna los valores eternos del fútbol inglés.

Terry engañó al meta holandés Edwin van der Sar, que se lanzó al lado contrario, pero los aficionados de los "blues" que ya festejaban en las gradas del estadio moscovita no contaban con la alianza que mantiene Alex Ferguson con la suerte.

La gloria no estaba destinada a Terry, sino al galés Ryan Giggs, que hoy superó a Bobby Charlton y se convirtió en el jugador que más veces ha vestido la camiseta de los "diablos rojos" (759), porque el capitán del Chelsea se resbaló, bajo el aguacero, justo en el momento en el que iba a golpear el balón y envió su disparo fuera.

El Manchester recuperó la iniciativa en los lanzamientos y, con los "blues" hundidos, era cuestión de tiempo que lograse el título. Lo hizo con un penal que no falló Giggs y otro, mal lanzado por el francés Nicolas Anelka, curiosamente la apuesta de Roman Abramovich en el mercado de invierno, que rechazó Van der Sar para devolver a los "red devils" la corona continental.

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