27 may 2008

Alonso arriesga y le sale mal, Hamilton gana con problemas


Reza una máxima de las carreras que se debe evitar por todos los medios que un error te conduzca de inmediato a otro. El tiempo que se pierde en el primero jamás se recupera e intentar remediarlo con prisas, comido por la ansiedad, provoca otro fallo y la pérdida del control definitiva. Algo de esto le pasó a Fernando Alonso en Mónaco. Bien por errores propios o inducidos por el equipo, vio cómo en 13 vueltas se clausuraban todas sus opciones de victoria, podio e incluso de poder entrar en los puntos.

Pudo ser una tarde de gloria y fue de decepción, pero eso es lo que ocurre cuando todo se fía a una única tarde en todo el año por culpa de un coche sin prestaciones.

Mónaco con lluvia iba a ser una ruleta y el agua apareció sobre el mismo semáforo de la salida. Todos los coches montaban neumáticos mixtos, salvo Piquet, con rueda de agua extrema. Fernando jugó bien sus primeras fichas; Kovalainen caló el coche en la formación, ya era sexto; adelantó a Rosberg en la primera embestida como el que lava y era quinto, y tras un toque de Hamilton (segundo) contra la barrera en la piscina (vuelta 5) ya era cuarto. Viajaba pegado a la estela de Kubica (BMW) y con expectativas de un futuro inmejorable, cuando llegó el primer error.

La lluvia era muy intensa en la vuelta 7 y la curva del Casino estaba anegada cuando Alonso transitó por allí y tocó con la rueda trasera izquierda en el metal de la valla. Desllantado y con problemas alcanzó los boxes. Segundos después, en el mismo lugar, Coulthard (Red Bull) perdió el control y fue embestido por Bourdais (Toro Rosso), dejando los dos coches tapando el paso.
El primer coche de seguridad del día cerraba el pit lane. Alonso podía cambiar la rueda dañada, pero no repostar. Un poco por las previsiones del equipo, que anunciaban más lluvia, otro poco por la recomendación del asturiano, llegó el segundo error. "No queríamos tener más accidentes y elegimos las de agua total", comentaba Alonso tras la carrera. No cayó una gota más en toda la tarde y aunque Alonso regresó séptimo a pista, su jornada había empezado a descarrilar.

Un par de vueltas antes, Hamilton sí pudo repostar y llenó el depósito para 50 giros, lo cual fue la clave de su victoria. Eso, el coche de seguridad que le dejó en la pomada y que McLaren manejaba la previsión correcta de lluvia. Le pusieron intermedios y a correr. Vaya si lo hizo el inglés. Regresó quinto y desde allí hasta la vuelta 54 realizó una carrera perfecta mientras el asfalto se secaba y todos sus rivales debían entrar a boxes.

Alonso volvió dispuesto a la remontada y dejó un maravilloso adelantamiento a Mark Webber en la bajada del Mirabeau, sitio para unos pocos elegidos. Luego (vuelta 13) encontró en su camino a un lentísimo Nick Heidfeld (BMW), al que achuchó un par de vueltas. Allí fue donde pecó de ansiedad. Eligió el sitio imposible de la famosa curva de Loews, una paella de más de 180 grados que se toma en primera y donde sólo hay una trazada posible. Él no la consiguió. "Fue culpa mía", dijo Fernando tras la carrera.

Allí acabó el sueño de Alonso y comenzó la batalla entre Massa, Kubica y Hamilton por la victoria de la carrera. El brasileño realizó 15 vueltas impecables, hasta que se salió en Santa Devota y Kubica se hizo con el liderato. Le duró la alegría al polaco 10 vueltas, pues entró a boxes en la 25. Massa recuperaba la cabeza hasta la vuelta 38, su turno de repostaje.

En ese momento Hamilton tomó el liderato con la pista en las mejores condiciones para sus neumáticos y con combustible para un buen trecho. Realizó 15 vueltas de ensueño y se encaminó hacia su primera victoria en Mónaco. El sueño de cualquier piloto y acompañado por el liderato del Mundial.

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