20 ene 2008

El Madrid gana el derby

Mucho ambiente, poco fútbol y dos goles del Madrid, arrancados en errores cruciales de una defensa maltrecha, la local, definieron el derbi a favor del de siempre. El Madrid de Raúl y Van Nistelrooy, sus goleadores, volvió a tomar el Calderón.

Un alarde de Pablo Ibáñez a los 30 segundos provocó que Raúl sumara su undécimo gol en 23 derbis en la tarde perfecta, decían, para que el Atlético se deshiciera de esa maldición blanca que le azota desde 1999.

El central rojiblanco cortó en primera instancia la internada de Robinho. Controló el balón, levantó la cabeza y la quiso sacar con la quietud de una serenísima majestad. En realidad, le devolvió la pelota a Robinho, éste tomó el fondo de la cancha y dejó el remate franco al '7' madridista, el despiadado.

En el silencio de un Calderón tragando saliva, el Real Madrid impuso el peso de su lógica machacona. Fue mucho más brillante en la contención que en la creación. Su trámite no necesitó de Guti, el conductor rehabilitado para la ocasión. Y tampoco precisó atrás de su defensa estrella, Pepe, que se arriesgó a jugar lesionado y abandonó el campo a los cinco minutos.

El Atlético pudo replicar al descubrir que Gago también estaba regaloso y que además hizo su entrega al peor enemigo, al mejor futbolista sobre el campo: el Kun Agüero. Pero Forlán, con durísimo zurdazo, acabó la jugada forzando la primera buena intervención de Casillas.

Fueron esos minutos del 25 al 40 los de la esperanza rojiblanca, pese la traspié de la lesión de Simao: los del tiro ligeramente desviado de Agüero, los del cabezazo de Motta al larguero, los del paradón de Casillas al cabezazo de Raúl García, los de otro tiro del Kun a la madera, que por algo las porterías las pintan de blanco.

Esos momentos descubrieron a un Madrid con alguna idea de contraataque y taparon del partido a Abbiati, mucho menos activo que Casillas. Pero llegó un córner y el otro gol del Madrid. Uno que las pizarras no contemplan jamás: saque largo de Sneijder y, de primeras, zurdazo de Ruud, el infalible, ante la cara de Pablo, qué tarde.

Todo lo que dio de duelo entre supuestos iguales sucedió en ese tiempo. Porque una vez reanudado, el Atlético no encontró las mismas vías de agua en el cascarón madridista, ni los blancos pretendieron otra cosa que intentar, burla burlando, aumentar la cuenta en una contra ocasional.

Con el partido totalmente controlado por el líder de la Liga, quizá un zarpazo atlético hubiera supuesto una reactivación de la pelea. Sólo un penalti de Salgado al Kun pudo haber cambiado el rumbo de la sesión, pero el árbitro no lo interpretó debidamente.

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