La historia pareció repetirse desde el comienzo. Como en el 2003, Boca llegaba de “punto” a la final del Mundial de Clubes, con amplio favoritismo en las apuestas para el Milan, que esta vez le agregaba a la definición un sentimiento de revancha tras aquel fallido intento, que dejó la gloria para el equipo entonces conducido por Carlos Bianchi.
Y como en aquella noche, Boca se sintió cómodo con ese rol secundario que le adjudicaron a priori. El conjunto ‘xeneize’ salió a llevarse por delante a su rival desde el inicio, presionó bien arriba a los italianos y no dejó pensar a sus mejores ejecutores, Pirlo y Kaká, quienes fueron casi intrascendentes en el balance general del primer tiempo. Se lucieron Battaglia, en la marca; Banega, con su buen trato de la pelota; Morel, con sus desbordes por la izquierda y su seguridad en el fondo; Palermo, por su voluntad; y Palacio, quien fue la gran figura de Boca y desequilibró a partir de su velocidad a toda la defensa ‘rossonera’. De entrada, Battaglia no alcanzó a cabecear un centro de Morel, desde la izquierda, pero dejó sentado que el equipo de Russo tenía la actitud necesaria como para afrontar esta final. A los 4 minutos, respondieron los italianos con un buen avance por la derecha, que Inzaghi definió con un remate cruzado. La pelota atravesó todo el arco y salió apenas junto al palo derecho.
El encuentro era parejo, entretenido, con llegadas de peligro y con una leve superioridad de Boca, que manejaba más la pelota y desnivelaba con un Palacio indomable. Hasta ese momento, ni Kaká ni Pirlo habían inquietado a los ‘xeneizes’. A los 18 minutos, Álvaro González dilapidó una buena chance, tras una mala salida de Dida, al “pifiar” su remate. Inmediatamente, Kaká se encontró con el balón sólo, dentro del área boquense, pero alcanzó a taparlo Morel, con gran estirada, para enviar la pelota al córner. El empate era lo más justo. Pero las individualidades del Milan aparecieron a los 20 minutos y provocaron la apertura del marcador: Kaká desbordó por la izquierda, intentó rematar al arco, un defensor bloqueó su disparo, el brasileño tomó el rebote y, ante la marca de tres jugadores, cedió al medio para el ingreso –sólo y sin marcas- de Inzaghi, quien apenas tuvo que empujarla para convertir el 1-0. Boca no lo dejó festejar al Milan. Unos pocos minutos después -como en el 2003- Morel envió un centro desde la izquierda y Palacio se anticipó a todos dentro del área y estableció, de cabeza, el 1-1. Pero las diferencias entre ambos equipos las marcaron las individualidades del Milan, que en el segundo tiempo se adelantó en el terreno, despertó a sus principales figuras y liquidó las ilusiones de Boca. A los 4 minutos, Nesta tomó un rebote, a la salida de un tiro libre, y volvió a poner en ventaja al conjunto ‘rossonero’, con un disparo desde la puerta del área que se clavó en el ángulo derecho del arco defendido por Caranta. De allí en más, fue todo del Milan. Kaká, con un rendimiento de menor a mayor, salió de su ostracismo del primer tiempo y lució como en sus mejores partidos. Con velocidad, talento, cambios de ritmo y toques precisos, fue protagonista excluyente, autor de un golazo y generador de los otros dos tantos marcados por Inzaghi. A los 14 minutos, Boca estuvo cerca de empatar, con una gran jugada de Ibarra por la derecha, pero la fortuna esta vez no estuvo del lado ‘xeneize’, porque el fortísimo remate del ‘Negro’ se estrelló contra el palo opuesto. El rebote salió hacia el medio del área, pero ningún jugador pudo tomarlo para convertir.
Inmediatamente, Kaká armó una “joyita” por la izquierda. Arrancó en el mediocampo a gran velocidad, arrastró la marca de Jonathan Maidana, amagó, se fue hasta el fondo de la cancha y –casi sin ángulo- definió ante la salida de Caranta para poner el 3-1. Boca se fue con todo al ataque. A matar o morir. Y murió… Porque el Milan lo liquidó de contragolpe. Luego de una posibilidad de Palacio, a los 25 minutos otra vez apareció el brasileño, que amontonó a los defensores dentro del área y le cedió la pelota a Inzaghi, sólo y ante un Caranta vencido, para poner el 4-1. El descuento de Ambrosini, en contra, a los 39 minutos, sirvió sólo para la estadística. La fiesta fue de Kaká y del Milan, que finalmente se tomaron revancha de la Copa Intercontinental del 2003. El sueño de Boca se convirtió en una pesadilla.
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