14 nov 2008

Real Madrid y Villareal caen en la Copa del Rey por «Equipos de Bronce»

La historia del Real Madrid, con 106 años de vida, fue pisoteada por un milagroso Real Unión. No se pongan a pensar antecedentes o situaciones parecidas. Lo vivido en el Bernabéu este martes supera hazañas o vergüenzas habidas y por haber. El Real Unión completó el mayor bombazo de la historia de la Copa y, posiblemente, de la vida del Real Madrid. Los blancos consiguieron la victoria más inútil jamás contada, ganando 4-3 y lanzándose a un vacío buscado, que castiga las acrobacias madridistas.

Demasiado tiempo lleva este Madrid ejerciendo de funámbulo, manteniendo el equilibrio en una cuerda floja que no da para sobrevivir. Eneko Romo, allá por el 90', cerca de la prolongación, con el Madrid clasificado, cabeceó un centro desde el costado izquierdo que acabó en las redes, que fulminó a un equipo que sigue despreciando la normalidad.

El Madrid se empeñó en complicarse la vida, en dejar todo en manos de un orgullo al que el Real Unión escupió. El ridículo madridista, todo hay que decirlo, contrastó con la mayor hazaña de la historia, protagonizada por un equipo que nunca miró el escudo de su enemigo y que tocó el cielo en un Bernabéu aniquilado.

El trámite de la remontada ni existió. El Madrid siempre estuvo condicionado por el resultado, por su horrible defensa y por la escasa ambición de un equipo en el que sólo unos pocos, sobrando los dedos de una mano, sacaron la cara. El guantazo, fatídico para el estado depresivo merengue, fue merecido. El malabarista blanco fue empujado al vacío.

Los de Schuster estuvieron dos veces por detrás en el marcador, se asentaron en el momento que llevaba el partido a una prórroga ridícula y se quedaron sin tiempo de reacción final por una estúpida supervivencia que no lleva a ningún lado. Abasolo abrió el marcador, favorecido por una zaga que reparte regalos a diestro y siniestro. Salgado midió mal en el segundo palo y, ahí, se abrió el primero de los agujeros negros.

Raúl fue casi el único que levantó la cabeza. No entiende de partidos distintos, todos le merecen la pena. A algunos no les debería costar girar el cuello y mirar a su alrededor. Demostró, una vez más, que es un ejemplo dentro de un terrreno de juego por mucho que algunos quieran perderle de vista. El '7' empató el partido aprovechando una mala salida de Edouard, portero visitante, y volvió a firmar las tablas, en ese momento el 2-2, ya en la segunda mitad. Salcedo había adelantado otra vez a los guipuzcoanos un minuto antes. Nuevo despropósito atrás, sería el penúltimo de la noche.

Perdiendo el equilibrio una vez más, sólo Raúl y Sneijder se olvidaron de los problemas. El '7' y el holandés tiraron cuando pudieron de un equipo a la deriva, al que le encanta tener los pies fuera del tiesto, jugarse la vida a contracorriente. El castigo lo ajustició un Real Unión que supo lo que hizo.

Bueno puso el 3-2 con un golazo desde la frontal que acabó en las redes y, cerca del final, facilitó la firma del 'hat-trick' de Raúl. El canterano amagó un disparo que buscaba y propició que el centro del capitán recolocase la película en el guión esperado, un guión que le tenía preparado al Madrid un desenlace de terror.

Un centro desde la izquierda al corazón del área sobrevoló una zaga culpable, Eneko Romo se anticipó a Marcelo y su cabezazo completó el mayor ridículo de la historia del Real Madrid. Los de Schuster se arrojaron al vacío, pagando sus miserias en una Copa que castiga con maldad.


El Polideportivo Ejido ya está en octavos de final de la Copa del Rey tras completar en El Madrigal la gesta que inició en Almería y empatar a un gol ante un Villarreal, que careció de la garra necesaria para un equipo que necesitaba más de cinco goles para remontar. El técnico Manuel Pellegrini dio oportunidad prácticamente a los mismos once jugadores que fueron vapuleados en Almería por 5-0 (sólo dos cambios) para tratar de enmendar la plana con un gesta histórica pero en lugar de ganas e intención, los jugadores salieron lentos y sin ideas.

Mientras, los de Lucas Cazorla, bien plantados sobre el campo lejos de su área, buscaron al contragolpe sorprender al equipo local. De hecho antes del cuarto de hora, ya habían avisado con una doble ocasión que Viera y Fuentes desbarataron, mientras el Villarreal tardó más de veinte minutos en disparar a puerta. Los minutos caían y con ellos las ilusiones de los locales, que sólo se animaron en la recta final con dos balones al travesaño de Matías Fernández, uno de los más activos de su equipo, y de Cani, que dieron vida a su equipo antes del descanso.

Pero sus ilusiones se convirtieron en decepción cuando a los cuatro minutos de la reanudación, un contragolpe en toda regla del Poli Ejido acabó con Viera batido por un remate de Jorge Molina, que dificultaba aún más la remontada. Sin embargo, la réplica no se hizo esperar y cuatro minutos Matías Fernández, en una jugada personal, habilitó a Guille Franco que sólo tuvo que empujar el balón a la portería defendida por Rezak. El gol animó a los locales pero todavía necesitaban mucho para completar su gesta y, aunque su actitud era más positiva y ambiciosa en este arranque de la segunda parte, generaban poco peligro ante un conjunto almeriense que tenía controlado el partido.

A un cuarto de hora para el final, los dos equipos se quedaron con un jugador menos. Raúl Torres vio el camino del vestuario por agarrar a Guille Franco cuando encaraba a puerta y, dos minutos después, Javi Venta fue expulsado tras cometer falta sobre Antoñito en el área y provocar un penalti, que Viera detuvo a Nakor. La ilusión crecía en el Poli de forma directamente proporcional a como la desesperanza crecía en el Villarreal, que con un equipo de suplentes se ha mostrado incapaz de superar a un equipo de Segunda en dos partidos.

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